La violencia en la barra de Newell´s y la fiesta que ya no es

La zaga del Far West sigue su curso, pero en este caso no tiene lugar en el desierto norteamericano ni la protagoniza Gary Cooper. En los últimos meses, Rosario se ha convertido en un territorio de impunidad, donde la disputa por el control de la barra brava de Newell´s Old Boys se resuelve a disparos de revólver, en cualquier punto de la ciudad. El pasado sábado, el grupo que antiguamente respondía al fallecido líder Roberto “Pimpi” Camino atacó con armas de fuego a la facción del actual líder, Diego “Panadero” Ochoa. De milagro no hubo víctimas fatales esta vez, aunque el partido entre Newell´s y San Lorenzo fue suspendido. La interna de la barra leprosa ya se cargó cuatro muertos en 18 meses.

"No se trata de un incidente entre grupos de hinchas rojinegros. El club está ajeno a esta situación. Fue un hecho que pasó a diez kilómetros del club y privó a los hinchas de una fiesta" fue el comunicado oficial de la Comisión Directiva de Newell´s. Lo cierto es que los hinchas que se pelearon siguen al equipo rojinegro, que estaban camino al estadio un día de partido y que se enfrentaron por el negocio de la barra.

Esta vez, grupos que antes estaban comandados por Camino iban al estadio escoltados por la policía, que siempre cuida más a los violentos que a los pacíficos, y fueron atacados por el grupo de Ochoa a los tiros, para que sus rivales no pudieran llegar a la cancha y ocupar su lugar en la tribuna. En una disputa abierta entre hinchas, el único herido fue un comisario, Máximo Alegre. Hubo dos detenidos. Ochoa desbancó a Camino al frente de la barra tras la salida de Eduardo López en diciembre de 2008, que gobernó el club durante 14 años. A cambio de presidente, cambio de jefe de la barra.

Si se repasa brevemente la cronología de la escalada de violencia de la hinchada rojinegra, la primera sensación es al menos de escalofrío. Pablo Gómez, de 29 años, ex integrante de la barra que lideraba Roberto “Pimpi” Camino, murió en octubre de 2009, víctima de cuatro balazos en plena calle el 9 de octubre en Rosario. Walter Cáceres, de 14 años, falleció de un balazo en la cabeza en un ataque a dos ómnibus de la hinchada que regresaban a Rosario tras el partido que disputaron en Buenos Aires Newell’s y Huracán. La emboscada habría tenido como destinatario a Ochoa.

Roberto "Pimpi" Camino, de 38 años, murió en marzo de 2010, a la salida de un bar. En plena madrugada, recibió cinco balazos. Diego Malcovick, de 29 años, miembro de la barra, falleció en febrero de este año tras permanecer internado en grave estado después de recibir un disparo en la cabeza. Todas muertes resueltas bajo el sello de la mafia. Todas muertes de hinchas activos de Newell´s.

El sábado a la noche, también en la provincia de Santa Fe, Unión jugó como local frente a Atlético Rafaela, quien con la victoria conseguida se consagró campeón del Torneo de la B Nacional en Argentina. Cuando el árbitro pitó el final, los jugadores rafaelinos y el cuerpo técnico se juntaron para festejar el título en la mitad de la cancha, pero no pudieron. Rápidamente, jugadores de Unión y particulares intentaron impedir la ronda que comenzaba a formarse. Ahí, las luces del estadio se apagaron y los futbolistas visitantes debieron abandonar la cancha a las corridas, bajo una lluvia de objetos que caía de la platea. Luego, en declaraciones periodísticas, el defensor uruguayo Correa y el vicepresidente de la institución santafesina, Jorge Molina, justificaron los incidentes. No hubo muertos ni disparos, pero también hubo violencia.

En 1924, tras la muerte del joven hincha Pedro Demby en Montevideo, el diario La Nación decía que la tragedia transformaba “el espíritu del fútbol”, que dejaba de convertirse en espacio festivo para pasar a ser un escenario trágico. Esa suerte de lamento y resignación se repite en palabras de periodistas, dirigentes y demás actores del mundo deportivo luego de cada incidente grave durante casi un siglo. "Hicimos lo posible para vivir una fiesta y terminó así, en este desastre” dijo el presidente de San Lorenzo, Carlos Abdo, luego de la muerte de Ramón Aramayo en marzo pasado. Lo mismo repitieron los dirigentes de Newell´s el sábado. Parece discutible ya que el fútbol en Argentina se prescriba como una fiesta, muchas veces inconclusa. Más bien a veces parece más cercano a una película del far west.

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