Zátopek & Echenoz

No es frecuente que la alta literatura eche sus ojos sobre el deporte, pero la figura del atleta checoslovaco Emil Zátopek es capaz de cautiva hasta al más erudito. Es el caso del escritor francés Jean Echenoz, que por estos días se encuentra en Buenos Aires para presentar su novela "Correr", dedicada a la vida del atleta mutlicampeón.

“Cuando yo tenía 10 o 12 años, el apellido Zátopek era conocido en todo el mundo” recordó Echenoz en una entrevista a al diario argentino Página/12 aparecida el pasado domingo. El atleta checoslovaco, nacido en 1922, es otro modelo de deportista exitoso cuya figura es llevada al olimpo por el régimen político de turno, en este caso el modelo comunista, y luego es condenado al olvido cuando sus ideas no son favorables al a los poderosos. Gloria y ocaso, el deporte y la política alentaron y hundieron al medallista olímpico de mitad del siglo XX.

A principios de la década del ´40, Zátopek frecuentaba la escuela para jóvenes ejecutivos Tomás Bata, donde la práctica de los deportes formaba parte de la preparación de los alumnos. Un día, Zátopek debía formar parte de una carrera por las calles de Zlín, la ciudad donde estudiaba. Como no quería correr, alegó que padecía dolores en una de sus rodillas. El médico de turno se dio cuenta de que Zátopek estaba simulando y así fue como tuvo que disputar la prueba. Llegó a la meta en segundo lugar, la gente lo aplaudió y eso quedó en la memoria del incipiente atleta, quien desde entonces empezó a acudir a las sesiones de entrenamiento de la escuela. Cuenta Echenoz: “Al comienzo, detestaba el deporte. Pero de pronto descubrió que tenía una especie de don, de genio. Y era paradójico ese don porque no hacía las cosas de la misma manera que los otros corredores. Tenía un estilo más bien feo, y sin embargo era más fuerte que todos los demás”.

Luego Zatopek inició la carrera de militar profesional. Tras cumplir sus obligaciones en el cuartel, se entrenaba por las noches. Así llegó a competir en los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948, donde ganó su primera medalla de oro en los 10 mil metros, lo que lo convirtió en el primer campeón olímpico checoslovaco en una disciplina de atletismo. En los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, Zátopek ganó las tres pruebas de fondo olímpicas: los cinco mil metros, los diez mil metros y el maratón, algo inédito en la historia que jamás se repetiría. A finales de los años cuarenta y en la primera mitad de los cincuenta, la llamada “locomotora humana” batió 18 récords mundiales en pruebas de fondo. También fue también tricampeón de Europa y en 1949, 1951 y 1952 fue elegido como el Mejor Deportista del Mundo. En Checoslovaquia fue considerado un héroe nacional y ascendió incluso hasta el grado de coronel gracias a sus hazañas deportivas.

Todos sus triunfos estuvieron tenidos de la propaganda del régimen comunista que gobernó su país luego de la Segunda Guerra Mundial. “Zátopek comenzó a correr cuando los nazis invadieron Checoslovaquia, luego lo hizo bajo el régimen socialista. El corrió bajo regímenes dictatoriales; era un modelo, un ejemplo, pero también un rehén. En general la vida cotidiana estaba dominada por el miedo, especialmente en Checoslovaquia; el miedo que aparece en todas las dictaduras” afirma Echenoz.

Sus ideas lo alejaron de la gloria que supo conseguir en las pistas. A raíz de su apoyo en 1968 a Alexander Dubcek durante la llamada Primavera de Praga, fue expulsado del Partido Comunista y del Ejército. Comenzó entonces a trabajar en las minas de uranio y de barrendero para sobrevivir. Mientras limpiaba con la escoba por las calles, algunos lo reconocían y aplaudían. Tras retractarse en 1975, su figura fue rehabilitada en parte por el régimen comunista, hasta que falleció el 22 de noviembre de 2000 en Praga.

La obra de Echenoz cobra valor por la escasa bibliografía que había sobre la llamada “locomotora humana”. Por esta falta de material, el escritor francés contó que tuvo que leerse unos 4.000 ejemplares del diario deportivo francés L’Equipe , en su sección de atletismo, entre los años 1946 y 1957. Tanto extendió sus tentáculos el régimen comunista, que fue capaz de controlar y ocultar a un genio tan grande como Zátopek

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