El adiós de la Marsellesa

Fue una derrota que en medio de tanto calvario ni siquiera debe haber resultado dolorosa, sino más bien un alivio. En medio de profundas disputas internas y una lluvia de críticas externas, la selección francesa perdió el martes 2 a 1 frente Sudáfrica y se despidió del Mundial en la primera fase. Los galos abandonaron el torneo en el último lugar de su grupo, con un empate y dos derrotas, con tan sólo un gol a favor y cuatro en contra. La estadía francesa en tierras africanas resume en sí misma el Mundial, pobre dentro del campo y pleno de palabras cruzadas fuera de él.

Las críticas hacia el equipo de Raymond Domenech empezaron antes de llegar a tierras sudafricanas, cuando la secretaria de Estado Rama Yade criticó el Pezula Resort and Spa, de la ciudad de Knysna, el lugar elegido para la concentración del plantel. “Personalmente no habría elegido ese hotel. Pido a las autoridades del fútbol que tengan un poco de decencia. Hay que pensar en eso durante la crisis” dijo Yade sobre el lugar, cuya habitación mas barata cuesta 595 dólares por día. Pero era sólo el comienzo de las disputas. Tras la derrota ante México, el delantero Nicolás Anelka insultó al entrenador, no aceptó pedir disculpas y fue mandado derecho hacia Londres, donde reside mientras juega en el Chelsea. El capitán Patrice Evra casi se agarra a trompadas con el preparador físico, quien supuestamente habría revelado la historia a los medios, y los jugadores resolvieron no entrenarse en solidaridad con el jugador expulsado del equipo. Demasiado para menos de dos semanas.

La prensa del chisme y la minucia tuvo un papel preponderante en la historia, ya que la tapa del diario deportivo L´Equipe con los insultos de Anelka hacia su entrenador potenció los conflictos de un equipo que de por sí ya tenía profundas diferencias internas. Evra acusaría de traidor al que filtró el dato y sería el propio presidente de la Federación, Jean Pierre Escalettes, quien expulsaría al goleador.

Así fue como todo pasó a ser un talk show permanente. Frank Ribéry se metió en medio de una entrevista a su técnico que se transmitía en directo y aseguró al borde del llanto: “Todo el mundo se ríe de nosotros”. Mientras tanto, algunos de los sponsors del equipo nacional, como la cadena de hamburguesas Quick y el banco Crédit Agricole, retiraron de circulación los comerciales realizados especialmente para el Mundial con algunos de los futbolistas franceses y ya amenazan con dejar de apoyar económicamente al equipo. Adidas calcula que las derrotas y los escándalos le impedirán vender entre 200 y 300 mil camisetas.

L'Equipe, luego de develar el escándalo en el partido ante los mexicanos, publicó un duro editorial para separar los buenos y los malos de la película: "Estos jugadores no merecen las lágrimas ni el enfado de la gente. Sería dar demasiado para unos hombres que no saben regalar nada. (...) Tenemos que reírnos de nuestros pilares, que se creen más que el resto. Es necesario analizar el papel de Domenech, ahogado en su ego pero superado por el ego de sus jugadores. (...) Empieza a salir la verdad sobre el comportamiento de esos raperos de los suburbios, que han apartado a Gourcuff, un francés de clase media-alta de un pueblo de Bretaña" se leía. El artículo hacía referencia a la supuesta intención de algunos de los referentes del plantel, entre ellos los jugadores de raza negra Evra, Gallas y Anelka, de dejar afuera del equipo al blanco Gourcuff, señalado por muchos como el sucesor de Zinedine Zidane.

Pero lo alarmante, para L´Equipe, no es que algunos futbolistas intenten sacar a otros del equipo, sino que sean negros los que se arroguen ese derecho, como si el color de piel fuera un agravante. No lo fue en las épocas de oro del equipo francés. Raoul Diagne fue el primer futbolista negro en vestir la camiseta azul en 1931. Viv Anderson, el primer inglés negro que jugó en su selección, lo hizo recién en 1978. En los ochenta, en Francia brillaron Trésor, Tigana, Couriol y Janvion. En 1998, jugadores negros como Thuram, Desailly, Vieira y Henry le dieron a los galos su primera copa del mundo. Pero parece que el país tuvo suerte en encontrar a dos de sus máximos héroes futbolísticos bajo piel blanca, como Platini y Zidane. Aunque uno sea descendiente de italianos y el otro de argelinos. Al fin y al cabo, todos son franceses, aunque en las derrotas, cuando se ven las peores miserias de los hombres, algunos sean más franceses que otros.

La proporción de los escándalos futbolísticos se revelan en su inclusión entre la agenda estatal, a tal punto que el presidente Nicolas Zarkozy se reunió ayer con la Ministra de Salud y Deporte, Roselyn Bachelot, recién llegada de Sudáfrica, y con la Secretaria de Estado de Deportes, Rama Yade, para analizar la cuestión. Hoy, se verá las caras con el futbolista Thierry Henry. Parecen esas las prioridades del presidente de un país que recientemente anunció el congelamiento del gasto público para los próximos tres años, el retraso de la jubilación de 60 a 63 años y que ha recortado exenciones fiscales para ahorrar 45 mil millones de euros y reducir el déficit fiscal del 8 al 3 %. Recientemente hubo una huelga general contra las recientes medidas y se anuncian más para el futuro.

Pero el asunto nacional es el fútbol, que a veces provoca orgullo y otras veces vergüenza de pertenecer. Por eso es necesario encontrar culpables que alivien las tensiones y sirvan de consuelo y descarga. L´Equipe los encontró en los raperos de los suburbios, esos que suman más de dos millones en las afueras de París. En la cancha y fuera de ella, ellos son buenos para el esfuerzo, pero no para decidir. En estos casos, mejor recordar las palabras de Liliam Thuram, ya es futbolista, de mente brillante, devenido escritor y defensor de los derechos de las minorías: “Hay que salir de la prisión de los colores. Hay que descolonizar los espíritus. Únicamente lo conseguiremos cambiando los imaginarios colectivos y destronando los prejuicios”.

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