Cromañón y la lógica futbolística

Ya hemos mencionado en este espacio cómo desde hace alrededor de 20 años las prácticas de los hinchas de fútbol se exportaron a otros espacios sociales, por ejemplo los recitales de rock. Cánticos a favor de las bandas y en contra de otras (los Redondos – Soda Stereo, por nombrar un solo caso), seguidores incondicionales que siguen a un grupo a cualquier lugar donde toque (así sea a miles de kilómetros) y un importante despliegue de banderas son algunos ejemplos que muestran el fenómeno. Pero quizás el mejor ejemplo sea la necesidad de los seguidores de un grupo de identificarse a partir de un otro. No sólo es necesario cantar a favor de la banda que me gusta sino que además se grita en contra de un supuesto contrario. Algo muy parecido a lo que pasa en muchos deportes, especialmente el fútbol, donde no alcanza con el éxito de mi equipo si no que también se necesita la desgracia del rival.

Ayer a la tarde, la justicia argentina dio conocer la sentencia por la masacre ocurrida en el boliche República Cromañón el 30 de diciembre de 2004. Allí, durante un recital del grupo de rock Callejeros, una bengala provocó el incendio del lugar y la muerte de 194 personas. El tribunal decidió ayer condenar por el hecho a Omar Chabán (ex Gerenciador de Cromañón) a 20 años de cárcel, a Diego Argañaraz (manager de Callejeros) a 18 años de presión y a Carlos Díaz (Ex Subcomisiario de la Comisario 7°) también a 18 años. Fueron sentenciados a penas menores las funcionarias Fabiana Fizsbin y Ana Fernández y Carlos Villarreal, que trabajaba en el boliche junto a Chabán. Fueran absueltas otras nueve personas, entre ellos los miembros de Callejeros.

La mayoría de los familiares de los fallecidos recibieron el fallo con indignación, ya que esperaban que los miembros de la banda también sean condenados. Esto devino en gritos, insultos e incidentes con la policía adentro y afuera de la sala. Otro grupo de jóvenes fanáticos de Callejeros festejaron al conocer que su banda favorita no iría a la cárcel. Al conocer la sentencia, empezaron a cantar a favor de Callejeros, a abrazarse, a revolear sus banderas. Algo más propio del festejo de un gol en una cancha de fútbol que de un tribunal de justicia. Probablemente, los estrados impliquen un mayor sentido de la responsabilidad y el respeto. No fue el caso. Las imágenes se sucedían: por un lado, la indignación y la disconformidad y, por otro, la alegría. Todo en muy pocos metros de diferencia.

El antropólogo Eduardo Archetti dice que la historia del fútbol argentino oscila entre lo cómico y lo trágico. En una primera etapa, hasta la década del ´60, predomina lo cómico, principalmente a través de elementos propios del carnaval, y después se pone en primer plano la tragedia, con cánticos ofensivos que hacen foco en la sexualidad e incidentes dentro y fuera de los estadios. Ayer en Tribunales convivieron estos dos elementos, la comedia y la tragedia. Lo que para algunos fue festejo, para otros fue lamento. En el medio, los 194 muertos. No sólo el fútbol puede albergar lo trágico, lo cómico y la muerte.

Para completar la metáfora futbolera, Infobae informa que “El Chori”, miembro de la barrabrava de Ituzaingó, club que hoy milita en Primera D, estuvo entre los manifestantes que chocaron con la policía en la calle Uruguay, en las puertas del Palacio de Tribunales. En medio de los golpes entre los padres de las víctimas, fans de callejeros y los amigos de los artistas, el barra le habría quitado a un oficial de la Policía Federal su pistola reglamentaria y un handy. La barbarie ya no tiene límites ni respeto.

1 comentario:

  1. Todo se mezcla. El dolor por la tragedía en los que más la sufrieron, y la violencia de la sociedad. Gente que intenta ingresar al Palacio de la Justicia para "matar a los jueces" y que golpea a la policía en su afan. Policía que reprime sin sentido alimentando la violencia. Gente que acusa al policía de agresor, cuando ellos mismos se econtraban en la misma situación. Policía que, una vez apaciguada la situación, se levante el casco para dejar ver su pícara sonrisa hacia los reprimidos.

    No tengo la fórmula, pero esa no es seguro.

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